Escritores Madrid  28 mar 2022

LA ÚLTIMA FRASE

Se trata de coger la última frase del último texto e iniciar con esa misma frase un texto nuevo. Procuraremos que los textos no excedan las 10 líneas. Para vosotros, habituales en el post, son las mismas reglas de siempre.

Para los nuevos son las mismas reglas que en los post anteriores (no puedo poner enlace aquí). Bienvenidos -y a ver lo que dura habilitado- 😊😊



16
📄 483
📊 10422





Tomarctus

La belleza de las palabras escritas es inversamente proporcional a los susurros dibujados. Ambos circulan a velocidades vertiginosas por las autopistas del aire. A veces, se desbocan y hieren los oídos de los que no pueden conciliar el sueño. En otras ocasiones se derraman en forma de lágrimas de marca blanca, pero no dejan de ser sentimientos de última generación que puedes encontrar en el chino de la esquina, en el segundo pasillo, más concretamente en la estantería intermedia entre los monederos de piel de leopardo y las bragas de fin de año. Si, a pesar de todo no los encuentras, pregúntale a Yung-Sing, desde que su novio gitano la dejó está deseando que alguien le dé conversación, aunque sea para inquirir el precio de las gafas vampirescas de Halloween. Si no te contesta es probable que el producto esté agotado o que Yung-SIng esté ejecutando discretamente los movimientos de una masturbación contumaz mientras ve su serie favorita, “La muralla cobarde”.    

08/05/2024
POE

La muralla cobarde contempló otro amanecer sereno y su imagen reflejada en la superficie anaranjada del mar que se despertaba a sus pies. Sintió como el peso de los siglos había dejado una huella indeleble en sus piedras, aunque menos demoledora que su larga existencia de muralla con vocación de puerta abierta.

Por momentos sintió bullir en sus venas de adobe una fuerza desconocida y decidió desaparecer de la única manera que pueden hacerlo las murallas. Se derrumbó sin estrépito y solo quedaron en pie unas columnas de piedra del color de sus lágrimas –violeta–, que invitaban a pasar entre ellas. 

En la playa, ese amanecer, un hombre reconocía su sexualidad por primera vez entre los brazos de un experto marinero de Odessa. 

12/05/2024
francisco

Un experto marinero de Odessa, ante las atónitas miradas de los bañistas, se paseaba días atrás por la Playa de los Gansos, flanqueado por dos bellas nativas, con las que se refocilaba alternativamente y, a veces, hasta simultáneamente.

No dejaba de pavonearse a lo largo del camino, sabedor de su buena planta y de sus excelsas dotes de seductor. Su mirada reflejaba el poder efímero, aunque perverso, que produce en el cerebro el exceso de testosterona y el déficit de neuronas sanas.

Yo lo miraba desde mi atalaya, sin envidia, sin codicia, pero con el larvado rencor que me producía saber que ya era demasiado viejo para proporcionarle el correctivo que andaba pidiendo a gritos. Y para cortarle de un certero sopapo sus ponzoñosas alas de halcón maltés.

13/05/2024
POE

De halcón maltés eran la expresión de sus ojos, su amor a la velocidad y un juego de tintero de latón y pluma del siglo XIX que utilizaba siempre para escribir la primera frase con que iniciaba sus novelas Nicolás Quintana.

Nicolás era un autor de culto para los amantes de novela negra y la pluma era para él un amuleto al que achacaba el éxito de sus obras, además del recuerdo lleno de afecto del hombre que puso en marcha los resortes más íntimos de su cuerpo, hasta entonces desconocidos, y que después de leer sus primeros escritos le animó a seguir.

El éxito de sus libros se debía a la facilidad con que el autor retaba a sus lectores a descifrar los múltiples interrogantes que plagaban sus páginas, y al amor a la verdad con que matizaba la violencia inevitable de sus argumentos.

 Nicolás sacó la pluma del tintero con el reto de crear un personaje capaz de escribir una novela que provocara la muerte de quien la leyera; comenzaba así: Al anochecer del día en que fue enterrado... El timbre de la puerta interrumpió su labor, era un mensajero. Le entregó un libro con una nota de su editor en la que le pedía el favor de leer el manuscrito...

16/05/2024
Tomarctus

El manuscrito, más que escrito con las falanges (¡Arriba España Metacárpica!), tal y como sugiere la etimología, parecía estar ejecutado con la punta del nabo, si se me permite la vulgar expresión. Constaba de dos semiprólogos, media docena de prefacios, un preámbulo sonámbulo, una introducción sin profilácticos, tres minúsculos capítulos y un entreacto que se podría considerar en sí mismo como un entremés para veganos. Para colmo, este engendro acaba súbitamente con la enigmática, a la par que estúpida frase “… jamás de los jamases me enjuagaré con el elixir del Mercadona”. Y, ¿qué decir de la temática? Una especie de western de ciencia ficción, con escenas de porno duro y un amor incestuoso entre dos adolescentes siameses. En definitiva, que antes publicaría alguna de las mamarrachadas que me han llegado en las últimas semanas, como, por ejemplo, “La jubilación anticipada de la Cenicienta”; “El andar de los andares”, “Con flemas y a los mocos” o “Los últimos días del osito de Mimosín” 

16/05/2024
POE

Mimosín refugiado entre sus brazos fue el recuerdo que hizo llorar por última vez al hombre. Aún echaba de menos a ese oso de peluche desgastado de tantos abrazos, que le defendía de sus terrores infantiles, y que según su abuela se perdió una tarde cuando paseaban por el parque. Poco despues ella debió ir a buscar el osito, porque también desapareció. 

 Más adelante no tuvo mas remedio que renunciar a el placer inmenso de acurrucarse en la teta de mamá, y crecer perdiendo sus lápices favoritos, los cromos dobles de Vida y Color y las coletas de Alicia que olían a hierba fresca y a goma de borrar.

Después de un montón llaves extraviadas, de muchas horas desaprovechadas y de que el sexo intenso, cálido y mullido fuera solo un recuerdo, el hombre pensó que vivir era aprender a conjugar el verbo perder. Por eso perdió la costumbre de mirar a ambos lados antes de cruzar un paso de cebra. 

No le resultó difícil dominar el arte de perder.

19/05/2024
henry

El verbo descartar servía en la aldea para demasiadas cosas que a la larga resultaron infinitamente negativas. 

Lo primero fue descartar pulpo como animal de compañía, luego descartamos al rábano y poco después al comino porque a nadie de la aldea parecían importarles demasiado.

Pero con el paso del tiempo llegó él, ese tipo, un extranjero con unos ropajes y un aura jamás antes vista. No llegamos a levitar al verle pero nos faltó poco.

Traía con él unas vasijas de barro de una aldea lejana llamada Pereruela, buscó entre nuestros huertos unos bichos muy lentos a los que nosotros nunca habíamos hecho mucho caso --cosa muy autóctona nuestra, como ya comentaba--, e intentó ensañarnos su sabiduría, pero no fue capaz.

No poseíamos ya cominos ni rábanos, así que, aburrido, se fue a otra aldea donde a otras gentes ciertas cosas no les importaran un comino o un rábano --no como a nosotros, valga la redundamparadoja--, seguramente a Borgoña que es donde según ese mentecato metomentodo acampan los más gordos y más sabrosos.


20/05/2024
POE

Sabrosos, riquísimos pensó Vicente y arrojó el envase doble de los donuts bombón a la papelera contigua a la mesa del ordenador, que rebosaba de otros envases similares y bolsas de snaks vacías. Antes de abrir la última lata de Coca Cola entró un mensaje en la lista de usuarios del chat al que estaba conectado. El usuario Solitario 2001se acababa de entrar y le saludaba. Esa noche él era Hada Blue y respondió al saludo con un mensaje de doble sentido que auguraba una larga conversación.

Por la mañana había sido un escolar de 10 años y había mantenido un rato de palique con un jilipoyas, al que había hecho derramar todo tipo de fluidos.

Lo cierto era que Vicente rehuía todo tipo de contacto social y solo chateando se sentía seguro. En realidad no sabía quién era. De vez en cuando se daba cuenta de lo vacío que estaba, de su falta de alternativas y se sentía menos que cero.

Entonces comía y tecleaba sin parar.

22/05/2024
Tomarctus

Entonces comía y tecleaba sin parar y cuando por fin se detuvo se comió las teclas de las vocales y se limpió la comisura de los labios con los papeles del paro. No estaba en sus planes inmediatos renovar la demanda de empleo ni tampoco volar con dinamita la Montaña Rusa del Parque de Atracciones de su pueblo en protesta por la invasión de Ucrania, ahora rebautizada por Blablablá Dimir Pústulín como provincia unicornia.

23/05/2024
POE

Unicornia es el planeta más respetuoso con los animales del Imperio Drenai. Sus habitantes siguen un código ancestral estricto que les obliga a unos comportamientos que incluso a los habitantes de la Tierra les resulta raro ( y eso que los terrícolas ya han visto todo lo habido y por haber). Es un hecho comprobado que los unicornianos nunca comen caracoles porque odian la tauromaquia y respetan a todos los animales con cuernos.

Tampoco usan la misma palabra para nombrar a las gallinas adolescentes y al organo masculino que sirve para miccionar y copular. Son un poco raros, si lo sabré yo que nací allí. 

23/05/2024
Tomarctus

tú … ¿quieres ir allí?, inquirió con voz aguardentosa. No sé, mejor estaré aquí que allí, pensaba para mí mismo, pero, por alguna extraña razón, mi respuesta salió amplificada por los agujeros de la nariz, dibujando con letras moradas mis pensamientos y subtitulando mi irrealidad. Intenté dejar de pensar ya que no quería que ese desconcertante fenómeno físico trasluciera mis verdaderos deseos que incluso yo desconocía. Hacía ya unos meses que meditaba la posibilidad de pasar unas cortas vacaciones, pero no allí, ni tan siquiera aquí. Lo que me apetecía era largarme a acullá, un lugar donde las noches se derriten en sombras luminosas y donde se respira anhídrido tranquilidósico. Incluso había consultado en la estación de triciclos con pezuñas el precio de un viaje de ida, vuelta e ida sin retorno. Y tú … ¿quieres ir allí?, volvió a proferir, pero su marido invidente se negaba a cruzar el paso de cebra, aferrado a una farola que gimoteaba por su amor no correspondido con un cepillo de dientes extralargo.

27/05/2024
henry

-Cepillo de dientes extralargo, por favor- pedí amablemente a mi dentrificante de confianza.

-Tamaño extralargo, vale, ¿pero qué me dices del tipo de fibra? ¿Lo quieres de cerda soft, de cerda medium o de cerda hard?- respondió con absoulta profesionalidad-. 

Y me invadió la fobia social que aún a día de hoy no tengo superada. 

Él me debió ver demasiado apurado cuando directamente puso sobre la mesa el de cerda hard, al parecer es el más solicitado.

28/05/2024
POE

Solicitado el permiso, tras pagar una ingente cantidad de dolares, el departamento competente emitió un visado que autorizaba al cazador a adentrarse en el reducto donde vivian los últimos unicornios para realizar un safari fotográfico. Era un lugar lejano, que se extendía desde un río hasta el mar.

Al aproximarse a su destino, el cazador se deshizo de cámaras y objetivos, y cargó al hombro un fusil MTAR-21, fabricado en algún lugar de Europa o de EE. UU. que le daba seguridad, aún sabiendo que los unicornios sólo atacaban cuando se sentían amenazados.

Con sus potentes prismáticos atisbò en una pequeña zona vegetal movimiento entre las planta. Se acercó sigiloso y, efectivamente encontró a una hembra de unicornio que amantaba a su cría. Su entrepierna puso en marcha el instinto de depredador cobarde, apuntó y de un disparo certero mató primero al cachorro y luego a la madre. Mientras filmaba la escena sintió el orgasmo más potente de su vida.

Por supuesto que las imágenes de los unicornios muertos no pudieron difundirse por ningún medio de comunicación; la sensibilidad de los espectadores no estaba preparada para soportar tanto horror. En su lugar se emitieron escenas de destrucción y muerte de las ciudades palestinas o las de seres humanos que, fracasados en su necesidad de alcanzar una vida mejor, flotaban a merced de las olas; imagenes que parecían impresionar a muchos menos televidentes.


29/05/2024
Tomarctus

Muchos menos televidentes se daban cuenta de como guiaban sus pensamientos hacía asuntos que no atañían lo más mínimo a su vida diaria. Al mandatario con varios másteres en infundios y propietario de varios latifundios se le había antojado ahora reconocer el Estado de Blefescu para cabreo de los liliputienses, muchos de ellos descendientes de la patria del gran liante al que las mentiras le crecían en forma de selenosis en sus uñas, afiladas con la oposición pero blandas con sus socios cagalanes y fiascos. Su última memez  había sido promocionar una especie de hule con redondelitos de colores horteras y que se encasquetaban como un faldón en las universidades del país en las que se había fomentado el odio a Liliput y el amor fraternal a Blefescu en las mentes ignorantes de los que habían prolongado la adolescencia hasta límites estúpidos. Igualmente pusieron de moda un eslogan que les parecía gracioso pero del que desconocían su origen, el famoso “Desde el jardín de infancia hasta la tienda de los chinos” y que los blefescuenses utilizaban para patentizar sus intenciones de exterminar a los de Liliput, culpándoles de haber crucificado al Gran Aparejador. Televidentes, adolescentes, tabernarios y universitarios se olvidaban de las guerras que se mantenían en ese momento en todo el orbe, como la del País de Nuncajamás contra la Arcadia Infeliz o los samarkandíes contra los begoños abajenses. Ajeno a todas estas manipulaciones Jacinto Quincoces Junior optó una vez más por dejarse de zarandajas y llevar a cabo su acto revolucionario diario de abrir un libro y ponerse en sus cascos bluetooh El Abbey Road de los Beatles.

29/05/2024
Cargando